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El Ministerio de Justicia: el nuevo kiosco del Frente Amplio en busca del poder

POLÍTICA

La clase política está desesperada por politizar todo en la sociedad.

Por más que se vistan de institucionalistas, el olfato no engaña. El nuevo proyecto estrella de Yamandú Orsi y su flamante asesor en seguridad y justicia además de Prosecretario, el exfiscal Jorge Díaz, no es otra cosa que una maniobra política de manual: la creación de un Ministerio de Justicia. Bajo el noble pretexto de «fortalecer el sistema de justicia», el Frente Amplio vuelve a sus viejas artes: más estructuras, más cargos, más poder concentrado y, por supuesto, más espacio para acomodar a la militancia.

El plan es simple: inventar una nueva cartera que, según Díaz, debería encargarse de la ejecución penal, la política criminal, la administración del INR, la coordinación con Fiscalía, y la relación con el Poder Judicial. Todo suena muy técnico, muy moderno, muy europeo. Pero debajo de ese ropaje tecnocrático, lo que se cocina es un ministerio político con capacidad real de incidir en áreas claves de la justicia. En otras palabras: el sueño húmedo de cualquier partido que lleva quince años sin poder nombrar jueces, pero que aprendió de memoria cómo usar la burocracia para sus fines.

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La excusa del «vacío institucional» es tan vieja como tramposa. Porque lo que hay no es un vacío, sino un sistema de pesos y contrapesos que, con sus defectos, al menos impide que un partido capture todo el aparato judicial. Lo que quiere el Frente Amplio es llenar ese supuesto vacío con una estructura vertical, dependiente del Poder Ejecutivo, que maneje a discreción las políticas penitenciarias, los vínculos con Fiscalía, e incluso aspectos sensibles como la rehabilitación y la reinserción. ¿Quién designará a los directores? ¿Con qué criterios? ¿A qué sindicatos responderán? Todos sabemos la respuesta.

No es casual que el promotor de esta idea sea Jorge Díaz, un fiscal general cuya gestión se caracterizó por el protagonismo político, las giras mediáticas y una interpretación expansiva del rol del Ministerio Público. Su paso por Fiscalía fue, para muchos, un anticipo de lo que podría ser una justicia gestionada desde una lógica partidaria: selectiva, ideológica y complaciente con el poder de turno. Ahora pretende volver por la puerta grande, con traje de asesor y ministerio a medida.

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Yamandú Orsi, por su parte, se presenta como el presidente amable, dialoguista, el que escucha a todos. Pero en los hechos, no pierde oportunidad de avanzar casilleros en la expansión del Estado político. Con una mano promete orden y seguridad; con la otra, ofrece estructuras estatales como monedas de cambio para contener a la interna frenteamplista. El Ministerio de Justicia sería su primer gran gesto de «unidad»: contenta a los juristas progresistas, ofrece cargos a los sectores más ansiosos y, de paso, coloca un muro más entre el ciudadano y la justicia independiente.

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